La representación de la literatura en la ensayística de Mario Vargas Llosa, de Javier Morales Mena | Reseña

Morales Mena, Javier (2019). La representación de la literatura en la ensayística de Mario Vargas Llosa. Buenos Aires: Katatay. 171 pp.

Dentro de la problemática de los estudios literarios, la carencia de producción crítica acerca de la obra de un autor es moneda corriente en muchos de nuestra comunidad, a excepción de determinados miembros de un canon ligeramente cambiante. En este reducido grupo, Mario Vargas Llosa es quien atrae una mayor atención de los estudiosos de la literatura, ya sea a través de artículos, tesis o congresos que llevan su nombre. Es precisamente en esta multiplicidad de textos que se han escrito sobre el Nobel peruano donde enfoca su atención la propuesta del presente libro, con el objetivo de resolver un problema estancado por más de cuatro décadas: la repetición acrítica de los mismos conceptos teóricos en la investigación de los ensayos vargasllosianos.

La representación de la literatura en la ensayística de Mario Vargas Llosa (2019) es una investigación llevada a cabo por el académico sanmarquino Javier Morales Mena como resultado de su tesis de maestría. El objeto de estudio que privilegia es el conjunto de ensayos que abordan o tienen como tema la literatura. Así, la hipótesis que guiará el libro es que los escritos de Vargas Llosa son un tipo de práctica ensayística y, como tal, no pretenden formular ninguna teoría ni postular ningún modelo para producir sentido; por el contrario, es abiertamente subjetiva desde la explícita participación y visibilización de un sujeto enunciador, la inscripción de su voz, su cuerpo y su experiencia (pp. 11-12).

Dicha tesis se sustenta en los resultados de la observación tanto del horizonte de la recepción crítica del ensayo del narrador como de la teoría literaria producida en el siglo XXI.

En un primer momento, Morales Mena detecta que la crítica literaria que se ha enfocado en la ensayística del autor de La ciudad y los perros no ha variado en el uso de dos tesis específicas: la del vacío epistemológico y la autorreferencialidad. La primera de ellas, sostenida principalmente por el uruguayo Ángel Rama, postula la exigencia disciplinaria, científica y heredera de los teóricos formalistas y estructuralistas para la crítica literaria propiamente dicha. De esta manera, descalifica la reflexión sobre el objeto literario que Vargas Llosa realiza en sus ensayos por carecer de una “fundamentación epistemológica moderna” y por valerse, en cambio, de modelos historicistas y biografistas (pp. 22-23). Por otro lado, la de autorreferencialidad, referida por el crítico José Miguel Oviedo, anula el afán teorizante del escritor por la falta de rango universal de sus categorías, como por ejemplo la de los “demonios”: “los argumentos e ideas vargasllosianas sirven para comprender su poética novelística antes que el mundo representado de las obras de los autores analizados” (p. 37). En tal sentido, Morales Mena señala que estas dos propuestas se entronizan en calidad de hegemónicas en las investigaciones; sin embargo, existe una tercera línea que, aunque mínima y sin un desarrollo extenso, permitirá un nuevo enfoque al objeto escogido. La propuesta, que toma de Sara Castro-Klarén,

es un postulado según el cual dos elementos que corresponden a esferas distintas (el quehacer del escritor y el del crítico) se pueden equiparar o contrastar, toda vez que los componentes conceptuales de cada uno de ellos comparten entre sí aires de familia (p. 40).

Es esta la que conducirá el resto de la investigación, sobre todo en la noción de “aires de familia” de los que se valdrá para comprobar su hipótesis.

En el segundo capítulo, Morales Mena reconstruirá los postulados que la teoría del siglo XXI propone acerca de la literatura. Recurrirá así a autores como Rancière, Attridge, Carey, Todorov o Eagleton. Ante este recorrido, concluirá el rechazo que se tiene hacia la construcción de los estudios literarios como una “ciudad científica” de cuño estructural. “Ya no se describen solamente las formas y estructuras, también se reflexiona por los elementos que circundan el proceso de producción y recepción del texto” (p. 106). Así, la afectividad, la singularidad y la expresividad se sitúan en el mismo lugar que las categorías “duras” o científicas. A partir de estas ideas, el último paso de la investigación radica en establecer los “aires de familia” con las reflexiones que Vargas Llosa elabora, a fin de validarlas como “insumos cognoscitivos para aproximarnos a la literatura” (p. 109). De esta manera, en el tercer capítulo se establecen ciertos nexos que parten por una caracterización del ensayo vargasllosiano y su condición dialógica; asimismo, la comparación de los principios teóricos expuestos en el segundo capítulo con los “personajes conceptuales” que participan en los escritos del narrador peruano intentan responder a la pregunta: “¿por qué solo la tradición teórica se atribuye el monopolio del conocimiento sobre la literatura y sus vínculos con la sociedad?” (p. 148). La labor ensayística del escritor “combina lo sensible con lo conceptual” a través de un “lenguaje no hipotecado a ninguna tecnología expresiva” (p. 147).

La investigación de Javier Morales Mena reivindica a los ensayos del escritor arequipeño como un espacio válido de reflexión conceptual sobre la literatura y, además, cuestiona la continuidad acrítica de las tesis en los estudios sobre dichos objetos no ficcionales. Revela, también, mediante el análisis desarrollado en el segundo capítulo, el fracaso de la teoría literaria del siglo XX (formalismo, estructuralismo, postestructuralismo, estudios culturales) y la puesta en valor del aspecto sensible, afectivo de la elaborada en el XXI. Destaca, sobre todo, por el manejo teórico de las fuentes con las que dialoga, pues es principalmente una reflexión sobre los valores conceptuales que se presentan como hegemónicos en un espacio literario como la academia latinoamericana.

Alex Hurtado

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